Sí, en el siglo XI, cuando los turcos tomaron Anatolia tras la batalla de Mantzikert y establecieron una serie de sultanatos a lo largo y ancho de la península, las rutas terrestres hacia Jerusalén quedaron cerradas para los peregrinos cristianos que, en busca de ayuda, recurrieron al Papa Urbano II. Al grito de “¡Dios lo quiere!”, el Pontífice convocó la primera de las cruzadas que durante los dos siglos siguientes partieron de Europa hacia el Oriente Medio en busca de recuperar el Santo Sepulcro, que por entonces ya estaba cuatro siglos en manos musulmanas.
En el siglo XXI, tras los ataques en Nueva York, las legiones cristianas partieron hacia Afganistán, en 2002, y hacia Irak, en 2004, y quizás hacia Libia en el 2011, en busca de los jefes musulmanes que, al grito de “¡Alá es grande!”, habían lanzado una guerra santa contra los infieles. La teoría del profesor Samuel Huntington, según la cual las civilizaciones serán los protagonistas políticos principales en el siglo XXI y que los conflictos entre ellas marcarán a fuego este período de la historia, pareció más certera que nunca.
En efecto, en un artículo de Foreign Affairs, Huntington recogió un concepto, el “choque de civilizaciones”, que había sido usado inicialmente nada menos que por Arnold Toynbee. Don Huntington pulió y profundizó, en su libro The Clash of Civilizations, su teoría de que el conflicto entre civilizaciones reemplazaría a los conflictos entre estados-nación, como lo fueran hasta la Primera Guerra Mundial, o entre ideologías, como lo fueran durante casi todo el siglo XX, como el argumento central de la historia mundial.
Según Huntington (cuya teoría implícitamente refutaba la de Francis Fukuyama de que se aproxima el "final de la historia" con el triunfo definitivo de la democracia occidental), las «líneas de fractura
(Continúa...)
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